“EL EXTRAÑO
DESCONOCIDO”
Habían pasados dos años desde que él me dejó, mi vida era
aburrida, los días dedicaba el tiempo a trabajar y las noches las pasaba con
pastillas, sin ellas no soy capaz de seguir.
Me aconsejaron visitar al psicólogo, llevaba un año con la
moral por los suelos, era incapaz de organizar mi vida, empecé a dar tumbos,
cada consejo intentaba realizarlo, consejos incluso de personas que ni me
conocían, perdí mi personalidad y no encontraba la forma de recuperarla.
La primera cita con el psicólogo pensé que me ayudaría, iba
animada, él me ayudaría a salir del pozo donde me había caído, pero después de
varias visitas al salir de su consulta, lo único que había conseguido era
llorar, llorar y lamentarme, el psicólogo al despedirse en la puerta siempre me
decía lo mismo.
-No olvides tomar las pastillas, es muy importante, verás
cómo te encuentras mejor. ¡Mejor!, parecía una zombi, o mejor una borracha,
cuando cenaba lo que pillaba en casa, si es que pillaba algo, de postre cada noche
un vaso de agua y un surtido de
pastillas, cuando me dirigía al
dormitorio me iba cayendo por el camino, al otro día no era persona.
Mi entrada cada mañana al trabajo era genial, mis compañeros
intentando animarme me decían:
-Qué mala cara tienes, ¿no has dormido?, debes de cuidarte ha
pasado mucho tiempo, la vida son dos días, él no va a volver, y con ese aspecto
no vas a conseguir nada.
Sin contestar inclinaba la cabeza haciendo un gesto
afirmativo y me sentaba en mi mesa, eso sí, con un tanque de café para poder
contrarrestar el efecto de las pastillas, cuando el café hacía su efecto habían
pasado un par de horas, vamos que no era persona hasta las diez de la mañana.
Intentaba por todos los medios cambiar de aptitud, imposible,
mi cabeza solo funcionaba la parte negativa, tristeza, añoranza, debilidad,
dejé de quererme. Mis visitas al psicólogo, gracias que cada vez me citaba con
más espacio de tiempo entre ellas, pues cada vez que lo visitaba volvía a
derrumbarme. Me encontraba sola, sin familia, con 30 años, soltera, a punto de
perder mi trabajo, ¡vamos una joya!.
Una mañana por mucho que intentaba levantarme, mis piernas no
respondían, mis brazos pesaban toneladas, ese día decidí por mi cuenta dejar de
medicarme, sabía que estaba mal hecho, una de las contraindicaciones era
intento de suicidio, aún así pensé que sería lo mejor, eso sí, debería de
volver a quererme para poder salir adelante.
Las primeras noches fueron horribles, hasta que conseguí
entretener las horas de insomnio, mira por donde me dio por escribir, en el
papel plasmaba cada sensación del momento, antes de ir a la cama repasaba lo
escrito y la verdad que tampoco me ayudaba mucho, hasta que no sé porqué abrí
un blog para que algún ángel de la guarda me leyera.
Cada noche antes de empezar a escribir, leía las críticas a
mis escritos, sé que no escribía muy bien, pero alguien con un nombre extraño
entendía cada palabra que escribía, era como tener a alguien junto a mí, sus
palabras hacían que sonriera, la primera vez que reí me sorprendí, hacía mucho
tiempo que mis labios no se estiraban. La noche que sonreí a la mañana
siguiente en la oficina cuando entré, me miraban extrañados.
-¿Que te ha ocurrido?, no me lo digas, ayer estuviste en el
psicólogo ¿verdad?.
No quise contradecir las opiniones y me puse a trabajar.
Dejé de tomar café y visitaba la frutería un par de veces a
la semana, a mí llegada a casa me conectaba y leía los comentarios sobre el
escrito del día anterior. Muchas personas me escribían, y yo dedicaba un buen
rato a contestar dando las gracias a cada comentario, entonces allí como todos
los días el nombre extraño, que feliz me hacía leer sus letras, todas ellas
dedicadas a mí, ¡a mí!, y como siempre mi agradecimiento a sus palabras. Mi
psicólogo me llamó enfadado y preocupado porque le había cancelado las últimas
tres citas.
Ya han pasado tres años desde que él me dejó, y hoy puedo
decir que perdí dos años de mi vida, que estuve a punto de perderla y que sin
las palabras del nombre extraño no hubiera podido seguir. Esa persona sigue
anónima, y sigue ayudando a que yo siga adelante, escribir, contar mis cosas, a
veces vividas, otras ficticias, todas me han hecho soñar, cambiar mi actitud
ante la vida y seguir adelante que no es poco.
Animo a todas las personas que se sientan solas, a plasmar en el papel todo aquello que no te
atreves a decir.
Conchi J.O.
Todos
los derechos de autor, debidamente protegidos en Registro de la Propiedad
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