viernes, 27 de enero de 2012




“EL EXTRAÑO DESCONOCIDO”


               Habían pasados dos años desde que él me dejó, mi vida era aburrida, los días dedicaba el tiempo a trabajar y las noches las pasaba con pastillas, sin ellas no soy capaz de seguir.
Me aconsejaron visitar al psicólogo, llevaba un año con la moral por los suelos, era incapaz de organizar mi vida, empecé a dar tumbos, cada consejo intentaba realizarlo, consejos incluso de personas que ni me conocían, perdí mi personalidad y no encontraba la forma de recuperarla.
La primera cita con el psicólogo pensé que me ayudaría, iba animada, él me ayudaría a salir del pozo donde me había caído, pero después de varias visitas al salir de su consulta, lo único que había conseguido era llorar, llorar y lamentarme, el psicólogo al despedirse en la puerta siempre me decía lo mismo.
-No olvides tomar las pastillas, es muy importante, verás cómo te encuentras mejor. ¡Mejor!, parecía una zombi, o mejor una borracha, cuando cenaba lo que pillaba en casa, si es que pillaba algo, de postre cada noche un vaso de agua y un surtido de  pastillas,  cuando me dirigía al dormitorio me iba cayendo por el camino, al otro día no era persona.
Mi entrada cada mañana al trabajo era genial, mis compañeros intentando animarme me decían:
-Qué mala cara tienes, ¿no has dormido?, debes de cuidarte ha pasado mucho tiempo, la vida son dos días, él no va a volver, y con ese aspecto no vas a conseguir nada.
Sin contestar inclinaba la cabeza haciendo un gesto afirmativo y me sentaba en mi mesa, eso sí, con un tanque de café para poder contrarrestar el efecto de las pastillas, cuando el café hacía su efecto habían pasado un par de horas, vamos que no era persona hasta las diez de la mañana.
Intentaba por todos los medios cambiar de aptitud, imposible, mi cabeza solo funcionaba la parte negativa, tristeza, añoranza, debilidad, dejé de quererme. Mis visitas al psicólogo, gracias que cada vez me citaba con más espacio de tiempo entre ellas, pues cada vez que lo visitaba volvía a derrumbarme. Me encontraba sola, sin familia, con 30 años, soltera, a punto de perder mi trabajo, ¡vamos una joya!.


Una mañana por mucho que intentaba levantarme, mis piernas no respondían, mis brazos pesaban toneladas, ese día decidí por mi cuenta dejar de medicarme, sabía que estaba mal hecho, una de las contraindicaciones era intento de suicidio, aún así pensé que sería lo mejor, eso sí, debería de volver a quererme para poder salir adelante.
Las primeras noches fueron horribles, hasta que conseguí entretener las horas de insomnio, mira por donde me dio por escribir, en el papel plasmaba cada sensación del momento, antes de ir a la cama repasaba lo escrito y la verdad que tampoco me ayudaba mucho, hasta que no sé porqué abrí un blog para que algún ángel de la guarda me leyera.
Cada noche antes de empezar a escribir, leía las críticas a mis escritos, sé que no escribía muy bien, pero alguien con un nombre extraño entendía cada palabra que escribía, era como tener a alguien junto a mí, sus palabras hacían que sonriera, la primera vez que reí me sorprendí, hacía mucho tiempo que mis labios no se estiraban. La noche que sonreí a la mañana siguiente en la oficina cuando entré, me miraban extrañados.
-¿Que te ha ocurrido?, no me lo digas, ayer estuviste en el psicólogo ¿verdad?.
No quise contradecir las opiniones y me puse a trabajar.
Dejé de tomar café y visitaba la frutería un par de veces a la semana, a mí llegada a casa me conectaba y leía los comentarios sobre el escrito del día anterior. Muchas personas me escribían, y yo dedicaba un buen rato a contestar dando las gracias a cada comentario, entonces allí como todos los días el nombre extraño, que feliz me hacía leer sus letras, todas ellas dedicadas a mí, ¡a mí!, y como siempre mi agradecimiento a sus palabras. Mi psicólogo me llamó enfadado y preocupado porque le había cancelado las últimas tres citas.
Ya han pasado tres años desde que él me dejó, y hoy puedo decir que perdí dos años de mi vida, que estuve a punto de perderla y que sin las palabras del nombre extraño no hubiera podido seguir. Esa persona sigue anónima, y sigue ayudando a que yo siga adelante, escribir, contar mis cosas, a veces vividas, otras ficticias, todas me han hecho soñar, cambiar mi actitud ante la vida y seguir adelante que no es poco.
Animo a todas las personas que se sientan solas,  a plasmar en el papel todo aquello que no te atreves a decir.
Conchi J.O.

Todos los derechos de autor, debidamente protegidos en Registro de la Propiedad Intelectual de Alicante.

domingo, 22 de enero de 2012


“AL DESPERTAR”

Ayer te busqué, como tantos días.
Desperté, el sol entraba por la ventana con tanta fuerza que tuve que cubrir mis ojos.
 Mi mano acarició el otro lado de la cama, ¡frío!, sin llegar a abrir los ojos comencé a llorar.
 Me cubrí, se hizo de noche, quise soñar, o mejor, recordar.
Recordar cuando aún la cama ardía de pasión, cuando las sábanas se liaban con nuestros cuerpos desnudos.
Recordar desayunos,  cambiar las sábanas manchadas de los juegos  compartidos.
Recordar nuestros silencios, cada uno con sus cosas, tu pintando, yo leyendo, y de fondo una música que a los dos nos gustaba, suave, suave como el aroma del té de las tardes.
Recordar y entre los recuerdos tu ausencia.
Me destapo, me levanto, me ducho y mirándome al espejo sonrío, algún día estaré donde tú me esperas, saber de tu espera me ayuda a seguir viviendo, aunque vivir sea no estar contigo.
Mi corazón de nuevo late despacio, cuando deje de latir mi amor, allí estaré, di que seguirás esperando.

Conchi J.O.

Todos los derechos de autor, debidamente protegidos en Registro de la Propiedad Intelectual de Alicante.